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Historias de superacion personal cortas

Las historias de superación personal te servirán como motivación para poder superarte …

Mi nombre es Valentina, cuando era niña recuerdo que mi familia tuvo que pasar por bastantes cosas difíciles, nos trasladamos de un lugar a otro, siendo niños no sabíamos cuál era la razón para que una situación así nos pudo haber tocado vivir, cuando cumplí 10 años de edad, llegó al pueblo donde vivíamos mis tres hermanos, mis padre y yo, una mujer de fio rostro y delicada voz, una mujer que parecía estar sobre la cima del mundo, su atuendo era fino y elegante, no era cosa de otro mundo pero su arma le daba ese toque especial, su manera educada y amable de hablar era sensacional.

Se quedó por varios días, no pude evitar acercarme a ella para preguntarle qué es lo que hacía en nuestra humilde comunidad, a lo que ella me respondió que estaba haciendo unas investigaciones acerca de las mujeres y sobre cómo se vivía la vida en pareja, la vida en matrimonio, como yo sabía hablar el idioma del lugar, me ofrecí a servir de traductora, así ellas podría hacer sus preguntas y yo repetirlas a las mujeres del lugar que eran muy celosas en cuanto hablar de su vida personal se refería.

Así que pude ayudarla, así fue como conseguí mi primer empleo, me pagaba muy bien la gringa, al irse ella me dejo de regalo un libro, lo recuerdo muy bien, el libro llevaba por título, la gitanilla, bonito libro que refleja el amor verdadero pese a dinero o clase social.

Desde ese día, me puse a pensar que interesante poder estudiar y ser alguien como ella, como las mujeres de su país, que no esperan que el hombre sea siempre quien trae el dinero a la casa, así que empecé a visitar un poco más la iglesia, porque era el único lugar donde se podría encontrar libros que pudiera leer con libertad, desde una pequeña historieta hasta libros más gruesos e interesantes.

Fue el instante que pensé que aprender a leer me iba a servir desde ese momento hasta que sea grande, muy grande, le pedí a mi padre que me pudiera enviar con las monjitas que en ese momento ofrecían a las muchachas llevarlas al exterior para prepararlas para un voluntariado, y así otorgarles una oportunidad de vida, aunque a mi padre le costó muchísimo considerar la idea, mi madre y mi maestra de fin e semana lo convencieron.

Salí a la edad de once años, deje el pueblo, las cuatro paredes donde crecí junto a mis hermanos primos, primas, abuelos y tíos, para pasar a estudiar en uno de los mejores colegios del exterior, estudié hasta terminar el colegio, siempre lleve conmigo a mis padre y hermanos, abuelos y amigos, y dentro de mi llevaba el aroma del pasto verde, del barro, las calles por donde recorría pateando mi pelota de trapo y como quemaba mis pestanas al frente del fogón para aprender a leer, pensaba que algún día volveré y poder hacer algo más por mi amado lugar.

Preste un ano de voluntariado en una ciudad alejada del país donde estaba, vi a la gente sufrir, perder sus cosas, y hasta morir de sed, todo eso me motivo más a seguir adelante y algún día regresar a mi casa y poderlos ayudar, me ofrecieron estudiar, y acepte, ahora puedo trasmitir cada uno de mis pensamientos por medio de los medios, y de las páginas que plasmo, desde mi hogar, pude regresar a la edad de 22 años…

En todo ese tiempo no había visto a mis padres, salvo que algunas cartas nos escribíamos para no perder el contacto, cuando una de las hermanas viajaba al lugar a dejar ayuda, en ingrediente.

Pude conseguir proyectos para la construcción de viviendas, de colegio, una propuesta para que en el lugar se empiece a excavar en busca de mineral, gracias a toda la ayuda y el estudio que le puse a estas mis tierras, pude hacer algo por ella, al fin, pude hacer algo más que solo ver.