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Oración a la Santísima Trinidad contra los Enemigos

Odiar a tus enemigos es caer en su juego.*

El juego de la violencia, la envidia, el desprecio y la maldad.*

Que solamente alegran a los demonios que están en los corazones de nuestros enemigos.

Cuando se dan cuenta que nos afectan, estos demonios se ponen a bailar.

No se puede vivir así.

Jesús nos enseño a AMAR a nuestros enemigos.*

Y a dar la otra mejilla cuando nos hagan daño.*

Muchos religiosos nos explican que es muy difícil amar a nuestros enemigos y a veces es casi imposible dar la otra mejilla.

Pero estos religiosos se olvidan que Jesús nos enseñaba con parábolas.

En este caso «AMAR a nuestros enemigos» tiene una interpretación muy diferente.

Cuando amamos a una persona, nos gusta pasar tiempo con ella, nos preocupamos por ella, nos alegra su presencia y su risa nos llena de dicha.

En otras palabras el AMOR nos fortaleza, no importa cual sea el objeto de nuestro amor.

Amamos porque nos fortalecemos física y espiritualmente.*

Jesús nos enseña a AMAR a nuestros enemigos como hijos de Dios, no como títeres del maligno.

No significa que vamos a pasar tiempo de calidad con nuestros enemigos que solo quieren hacernos daño, o tal vez si en el futuro. ¿Quién sabe?

Lo que nos explica es que al AMAR a nuestros enemigos, ellos dejarán de afectar nuestras vidas. 

El amor destruirá su voluntad para atacarnos. Y nosotros estaremos cada día más fortalecidos física y espiritualmente.

Imagínate que estás construyendo un castillo de cartas.

Y hay una persona molestándote e insultándote.

¿Cuál es su objetivo? Que te distraigas y tu castillo se derrumbe.

Si odias a esta persona, te vas a distraer. Pero si la amas, solo te sacará una sonrisa.

Y si logra que el castillo se caiga, lo volverás a construir.

Ahora la siguiente parte de la enseñanza de Jesús contra tus enemigos.

Jesús dice claramente «Si te golpean en una mejilla, ofréceles la otra»

También tiene una interpretación muy fuerte.

Es como decirle a tus enemigos:

«La Santísima Trinidad fortalece mi fe día a día, tus actos contra mi solo provocan piedad y misericordia».

Y es que eso es lo que nos pide Jesús.

Dar la otra mejilla significa responder con la otra cara de la moneda.

Como la oración de San Francisco de Asís:*

Que allí donde haya odio, ponga yo amor;*

donde haya ofensa, ponga yo perdón;*

donde haya discordia, ponga yo unión;*

donde haya error, ponga yo verdad;*

donde haya duda, ponga yo fe;*

donde haya desesperación, ponga yo esperanza;*

donde haya tinieblas, ponga yo luz;*

donde haya tristeza, ponga yo alegría.*

Pero…

¿Cuál es la otra cara de la violencia?*

FORTALEZA*

Si alguien es violento contigo debes responder con fortaleza, no les permitas quebrantar tu espíritu dañando tu cuerpo. 

La voluntad de Dios actúa mediante las personas que se indignan contra la violencia y buscan la paz. 

Se detiene al agresor y se le ofrece la reconciliación para que deje la violencia definitivamente.

¿Cuál es la otra cara de la envidia?*

Muchos de nuestros enemigos sienten envidia, y la envidia es tanto enojo como tristeza por desear algo que alguien más tiene.

Es un sentimiento corrosivo, y la otra cara de la envidia es la bendición del prójimo.

Si alguien siente envidia por ti, salúdale con mucho respeto.

Conversa un poco con esa persona y 

Pídele a Dios que lo bendiga y que apacigüe sus sentimientos de tristeza y enojo.

Recuerda:*

Amar a tus enemigos = Fortalecer tu cuerpo y espíritu para que sus acciones no te afecten

Dar la otra mejilla = Pedir sabiduría a la Santísima Trinidad para apaciguar los sentimientos dañinos de tus enemigos, y sembrar el amor de Dios en tu corazón para irradiar la luz de cristo a los corazones de tus rivales eventuales.

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La Santa Trinidad contra los enemigos#1

Dios todopoderoso y eterno,*

nos has dado el mandato de*

de confesar nuestra fe*

y el deber de reconocer*

la gloria de la Santísima Trinidad*

y adorar la verdadera Unidad*

en el poder de la majestad divina.*

Mantennos firmes en esta fe*

y defiéndenos siempre de todas las adversidades;*

porque tú, Padre, Hijo y Espíritu Santo,*

Vives y reinas,*

Un solo Dios, ahora y por los siglos.*